quienes somos

Comunidad

Familia espiritual

El P. Kentenich acentuó en las comunidades por él fundadas el carácter familiar. Él vio en esa característica una tarea de especial importancia para nuestro tiempo, en el que las personas padecen a menudo soledad, aislamiento y carencia de sentido.
Familia significa tener arraigo en personas, ideas y tareas. Significa que sé dónde está mi casa. Esto determina nuestras relaciones mutuas. Vivimos en esa red natural y sobrenatural de vinculaciones, en ella experimentamos el sostén y la ayuda en la formación de nuestra personalidad y en la superación de los desafíos de la vida cotidiana a partir de una fe viva.

Ser familia exige respetarse, protegerse y promoverse mutuamente en el amor fraterno. Así se hace realidad en el espíritu de la libertad magnánima la «comunidad nueva» (J. Kentenich), impulsada por la fuerza fundamental del amor.

Vida en concreto

  • En el intercambio religioso con otras federadas, en el que tratamos temas que inciden en nuestra vida concreta, recibo una ayuda importante para salir airosa en mi vida cotidiana.
  • En mi comunidad veo auténticos modelos que, a través de su modo de ser, me brindan impulsos para llevar adelante mi desarrollo personal.
  • Hago propias las inquietudes de la comunidad y de integrantes en particular, y sé que también ellas y la comunidad me brindan su apoyo.

Realizamos nuestro cristianismo en la comunidad de la Iglesia Católica.
Nuestro origen y nuestra fuente de fuerza es Schoenstatt, un movimiento católico de renovación de alcance internacional. Cada miembro de nuestra comunidad configura su propia vida a partir de la espiritualidad de Schoenstatt.

Nuestro modelo y nuestra compañera es María, la madre de Jesús, la mujer que vivió en alianza con Dios.
Todos nuestros ámbitos de inserción – el campo profesional y laboral, el compromiso social y eclesial, la familia de origen y nuestra comunidad espiritual – son lugares en los que Dios nos tiende su mano para la alianza.
En todos ellos tenemos la ocasión de experimentar esa mano de Dios tendida: en personas concretas, o a través de acontecimientos y vivencias.

Comunidad laical católica

«Cristo nos liberó para que vivamos en libertad» (Gál 5, 1).
En nuestra condición de bautizados participamos de la misión de la Iglesia en el mundo de hoy. La Iglesia es signo e instrumento de la alianza de salvación sellada por Dios con los hombres. Nuestro fundador vio desde el comienzo como la tarea de nuestra comunidad el servicio a la Iglesia: «Debemos abarcar espiritualmente todos los intereses de la Iglesia».
Como comunidad laical no tenemos vínculos diferentes de los que tiene cualquier cristiano católico.
Esa libertad nos abre muchas posibilidades para trabajar por Cristo.
El lugar en el que nos llega la llamada de Dios es el mundo.
Allí le respondemos a través de nuestra vida en su seguimiento según los consejos del Evangelio. A semejanza de Jesucristo, queremos vivir en la virginidad, la pobreza y la obediencia, pero no dentro de un convento, no en una comunidad de techo y mesa, sino solas – aunque nunca solas –.

Vínculo

«Donde hay espíritu del Señor, hay libertad» (2 Cor 3, 17).
Nuestra forma de vínculo es nueva en la Iglesia:
no asumimos vínculo jurídico alguno con la comunidad. En primer plano están la libertad y el amor magnánimo. Cada persona recorre un camino de anhelo: ser libre y, al mismo tiempo, vinculada; vivir con autonomía y, al mismo tiempo, experimentar acogimiento. Al inicio se encuentra la somera percepción de que Dios tiene algo previsto conmigo, de que tiene un plan para conmigo y desea convertirse en el centro de mi vida. Esta es la experiencia de la vocación para el mundo. Nuestro mundo necesita personalidades cristianas libres.
La Iglesia necesita personas que se decidan libremente por la fe.
Nuestra comunidad nos ayuda a recorrer caminos hacia esa libertad. La libertad es algo exigente: significa responsabilidad, no arbitrariedad.

Lo que nos sostiene es la alianza de amor en una consagración a María. Por medio de ella damos nuestra mano a Dios, a la comunidad y a los demás en libertad y amor. El amor más grande. La fuente de esta libertad en amor es el Espíritu Santo. En dónde hay espacio, para el cómo en María, allí en libertad es posible.

Reconocimiento eclesiástico

En 1996, el Pontificio Consejo para los Laicos aprobó nuestra
Federación de Mujeres de Schoenstatt como asociación internacional de fieles
y aprobó nuestro estatuto.

Comunidad de Schoenstatt

 

Somos una de las comunidades centrales del Movimiento internacional de Schoenstatt, fundado en Vallendar, cerca de Coblenza, Alemania, el 18 de octubre de 1914. Nuestro fundador es el P. José Kentenich (1885-1968). La Federación de Mujeres de Schoenstatt es la primera rama femenina que nació en el movimiento, y de ella han surgido después las demás comunidades femeninas que lo integran. Cada una de esas comunidades tiene su propia vida independiente y es jurídicamente autónoma. Todas tienen en común la alianza de amor con María, «Madre, Reina y Victoriosa tres veces admirable de Schoenstatt», el fundador como padre espiritual, y el lugar de fundación con el santuario original de Schoenstatt como centro local.